Desde finales del siglo pasado existe un debate en la industria del cine sobre los efectos especiales y su impacto. Antes de comenzar, me gustaría aclarar un punto que genera cierta confusión: lo que comúnmente denominamos efectos especiales (FX) son en realidad efectos visuales (VFX). La diferencia es que los VFX son aquellas imágenes, personajes, entornos o elementos que se añaden (o se eliminan) en post-producción, incluyendo por supuesto el CGI. Es decir, todo aquello elaborado digitalmente e introducido en la cinta son efectos visuales, que no especiales. Los efectos especiales son herramientas que se utilizan físicamente durante la propia grabación, como puede ser maquillaje protésico, pirotecnia, nieve falsa, etc. Por ello, cuando se dice, por ejemplo, que la famosa escena del Batman de Nolan en la que el Joker provoca una explosión con un mando a distancia se rodó sin efectos especiales no está técnicamente bien dicho, ya que la pirotecnia en sí es un efecto especial, pero no visual.
Como iba diciendo, el debate sobre si los VFX son realmente beneficiosos para la industria lleva vigente durante décadas. Sin ir más lejos, dos de los directores europeos más influyentes en cuanto a cine independiente y alternativo, los daneses Thomas Vinterberg y Lars Von Trier, crearon en 1995 el Dogma 95. Consideraban que el cine como arte estaba perdiendo el rumbo y comenzaron una corriente vanguardista tratando de revivir lo esencial de este y plantar cara a la corriente hollywoodiense. Se trataba de una propuesta basada en una serie de reglas estrictas que definían lo que, desde su punto de vista, era auténtico cine. A modo de «mandamientos», estos directores estipularon lo siguiente:
1. Los rodajes tienen que ser en locaciones reales y no en sets de filmación.
2. El sonido y la imagen no pueden mezclarse por separados.
3. Cámara en mano.
4. No usar luces artificiales ni efecto blanco y negro.
5. Prohibidos los efectos ópticos y filtros.
6. La película no puede tener una acción o desarrollo superficial.
7. Línea temporal: aquí y ahora.
8. No se permiten películas que correspondan a un género específico.
9. El formato debe ser 35mm.
10. El director no puede aparecer en los títulos.

Lars Von Trier en la filmación de Idioterne, extraído de collider.com
Aunque tal vez demasiado extremista, muchos directores se sumaron a esta iniciativa, tal y como se refleja en su propia web. No obstante, como era de esperar, el movimiento duró poco y una década después ya se había cancelado. A pesar de ello, fue el antecedente de una disyuntiva que iba a dividir a espectadores, críticos e incluso a cineastas.
Por tanto, ¿es realmente propio del cine de mala calidad utilizar efectos visuales?, o, visto de otra forma, ¿utilizarlos demuestra falta de destreza? Personalmente opino que no es así, y que se está enfocando la pregunta de manera errónea. Veo a muchas personas disfrutar de una película por la calidad de sus VFX, lo cual, por cierto, me parece legítimo. Todo el mundo tiene derecho a disfrutar de un largometraje sea por el elemento que sea. Sin embargo, también encuentro casos diametralmente opuestos: espectadores que rechazan cualquier película que supere su dosis tolerable de efectos visuales. Me recuerda, en cierto sentido, a aquellos que critican el uso de Autotune en la industria musical solamente por ser un corrector de afinación y lo ligan a la falta de talento del intérprete.

Ilustración de Pandora, por Dylan Cole.
A modo de conclusión, opino que lo más razonable es entender los efectos visuales como una herramienta más. Gracias a ellos hemos podido disfrutar de placeres estéticos como lo son los entornos fantásticos de Pandora o Hogwarts, los rompecabezas de Inception o Interstellar o incluso algunas ya consideradas cintas de culto como Donnie Darko (2001), El quinto elemento (1999) o Matrix (1997). Es cierto que una gran cantidad de largometrajes que aparecen en cartelera plantean una elaboración vaga y simplista, llena de clichés y falta de profundidad o desarrollo, con la esperanza de que todo ello quede camuflado detrás de una gran inversión en CGI. También hay que reconocer que rodar una escena o plano recurriendo al ingenio en vez de al CGI es naturalmente menos común a día de hoy, pero también menos necesario. Por tanto hay que tener en mente el factor más relevante: los efectos visuales son una revolución favorable al cine, siempre y cuando se utilicen como un medio y no como fin.