Misterio en Venecia – Análisis

Misterio en Venecia es la tercera adaptación de Agatha Christie (Hallowe’en Party) que Kenneth Branagh dirige y protagoniza, encarnando al detective Hércules Poirot. Asesinato en el Orient Express (2017) fue correcta, pero condenada a permanecer en la sombra de la versión de Lumet. Muerte en el Nilo (2022) no supo estar a la altura. En esta último whodunit de 2023, ya disponible en HBO Max y Disney+, Branagh trata de crear algo diferente.

En esta ocasión, Hércules Poirot, prácticamente retirado de la investigación al no encontrar ningún caso de su interés, es invitado a una sesión de espiritismo en Venecia que tendrá lugar en un edificio presuntamente maldito. Aunque escéptico, esto despierta el interés del detective, quien acaba accediendo. Esto ya marca dos factores que diferencian la cinta de sus antecesoras. En primer lugar, los hechos no tendrán lugar en un vehículo en movimiento (tren y barco, respectivamente), lo cual, aunque pueda parecer un detalle sin importancia, cambia significativamente la dinámica de modo que no se siente repetitiva. Además, el concepto sobrenatural relacionado a dicha sesión de espiritismo no es solamente estilístico o un punto de partida narrativo, sino que la obra se adentra considerablemente en el género de terror.

Los elementos de dicho género están introducidos de manera orgánica y consiguen encajar con el tono de misterio y tintes de comedia característicos de lo que ya podría considerarse saga. Estos no se limitan a adornar el lugar y las actividades paranormales que presenta, sino que exploran con mayor profundidad al personaje protagonista. Se nos dan a conocer algunos de sus miedos, problemas de autoestima y fantasmas de su pasado. El hecho de presentárnoslo como alguien frágil hace que la obra se sienta más cercana y no simplemente una sucesión de escenas que se han de atravesar para conocer al culpable del crimen.

Lo que sí que se mantiene en esta tercera película es el detallado trabajo de Branagh. No por nada triunfó con Belfast (2021). Es innegable que tiene un gran gusto y criterio a la hora de elegir cada plano y composición (con una fotografía impecable), cada transición y cada elemento auditivo. De hecho, se puede percibir la evolución que está teniendo como director, ya que todo ello se ejecuta de una manera cada vez más pulida. No se limita a lo estético, sino que tiene también gran peso narrativo. Además, están llevados a cabo con mayor delicadeza que en Muerte en el Nilo, consiguiendo que no se le vean las costuras a una cinta perteneciente a un género que precisa especial cuidado con los detalles que se le facilitan al espectador. Personalmente, destacaría la simbología, los planos detalle entre escenas y los efectos de sonido, que catapultan a la obra en cuanto a capacidad de disfrute e inmersión.

Tras un inicio discreto en 2017, seguido de una secuela notablemente simple, plana y plagada de clichés, esta tercera película supone un golpe sobre la mesa. Si bien no llega al nivel de obra maestra como lo son las novelas en las que se basa, tampoco es su intención. No resulta pretenciosa, busca ser una cinta capaz de interesar, entretener y resultar atractiva, lo cual en este caso sí logra con éxito. Probablemente, muchos espectadores que habían perdido su confianza en la carrera de Branagh como adaptador (entre los que me incluyo), vuelvan a estar pendientes de sus próximos lanzamientos como Poirot.

Ficha de Misterio en Venecia en Filmaffinity.

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